domingo, 24 de abril de 2016

Verso al verso

Anda el verso por doquier
y de múltiples maneras.
Para verlo, pareciera,
sólo hay que quererlo ver.
Late un verso en nuestro ser
que podemos detectar.
Se lo siente al respirar
en las pausas de la rima
y el aliento que lo anima
es el nuestro, al recitar.

En refrán sabihondo y viejo
o en canción de juventud
con la voz de la virtud
habla el verso con su dejo.
Puede verse en el espejo    
de unos ojos lagrimeantes,
encenderse en la quemante
llamarada del amor
o apagarse en un rumor
de plegaria suplicante.

De la arenga en el fragor
bravo al verso se lo escucha,
canta al músculo que lucha,
su coraje y su valor.
Fraternal en el dolor,
lo acompaña, sollozante.
En el cántico triunfante
es un verso de pasión
y es bramido de emoción
que hace al himno más vibrante.

Germina en la humanidad
el verso como una flor
que perfuma lo mejor
de la sensibilidad.
Todos llevan, en verdad,
algún verso que ofrecer.
Lo más noble en cada ser
va con él y está expresado
en un verso que, ignorado,
quizás nadie va a leer.

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