Marcaban de once primos la rutina,
los once cumpleaños festejados.
La nonna, padres, tíos, invitados,
rodeados por la turba chiquilina.
Corría desde el fondo a la cocina
el tropel de bullicio y travesuras.
Los genes y los lazos de ternura
unían la alegría de los primos
y el tiempo preparaba los destinos
distintos de las once criaturas.
Así como el pasado nos revela
el saldo de la vida transcurrida,
la dicha habrá de darnos su medida
el día en que su pérdida nos duela.
Allá donde los ángeles tutelan
la esencia que define cada instante,
están las ilusiones por delante,
las fiestas familiares como entonces,
los primos juegan juntos y son once,
y tienen sus papás... igual que antes.
Hugo C. Mazzocchi
fb.com/dormiria
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