Porque encuentro en los versos elegancia
de métrica, de rima, de cadencia,
que evocan de mi madre la presencia
viviente en la poesía de mi infancia.
Esos versos me prestan resonancias
y dejan que me exprese con mi acento.
Los versos, como el polen, van al viento
llevando su mensaje a otro lugar.
La humana fantasía de volar
da vuelo a la razón y al sentimiento.
¿A quién van, con simpleza de lenguaje,
los versos que me dicta la emoción?
¿A quién, en susurrada confesión?
¿A quién, gritando miedos y corajes?
Mis versos tienen ganas de paisajes
y humilde vocación de lontananza.
Quisiera mi quimérica esperanza,
que lleguen a alcanzar tan sólo a dos:
No alcanzan, si no llegan hasta Dios.
No
llegan, si a mi madre no la alcanzan.
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