Si algo escribo,
compañero
es muy poco, le
adelanto
y el aplauso que
levanto
es pequeño,
aunque sincero.
De los malos, al
primero
lo aventajo por
cabeza
De los buenos de
la mesa
soy quien sirve
los cafés
y manché más de
una vez
el mantel en mi
torpeza.
Para bien o para
mal
mi sentir y mis
razones
los ajusto a los
renglones
de una estrofa
decimal.
Por costumbre soy
leal
a la décima y su
rima.
Le echo mano
cuando encima
llevo un peso que
aliviar
o me viene a
susurrar
una musa que me
mima.
Con diez versos
empecé
y con décima
prosigo.
Para mí son diez
amigos
que uno al otro
le da el pie.
Quién los dicta, no
lo sé,
ni qué mano los
ordena.
Sé que vienen en decena
machacando una
cadencia
y me buscan las
vehemencias
que circulan por
la vena.
Se me tacha de
tristón,
depresivo,
pesimista…
bienintencionada lista,
bajoneante, a la
sazón.
No leyó con
atención
quien así juzga
mis versos.
Toco temas muy
diversos
y al tocar con
cierta gracia
“toquetón” seré
en desgracia
y con cara de
perverso.
Nostalgioso
siempre fui
y motivo no me
falta:
ya la temporada
alta
se ha pasado para
mí.
El amor me dijo
sí
cuando más lo
precisaba.
Se me dio suerte
la taba
muchos años,
reconozco,
pero voy cerrando
el quiosco,
ya garúa en mi
parada.