Era joven y el juego milenario,
en batallas con épicas vivencias
me inculcaba, entre audacias y prudencias,
el tesón y el respeto al adversario.
Hoy, que lucho evocando un escenario
de aperturas, defensas, contraataques,
la partida evidencia mis achaques
y el rigor del reloj y los rivales
¡Halle Dios, en su Libro de Finales,
la jugada elusiva de mi jaque!
No hay comentarios:
Publicar un comentario