miércoles, 6 de julio de 2016

Chau quirófano



Fue honrosa distinción para mis manos
el peso de una noble jerarquía
que en el anestesiólogo confía
el sueño y el dolor del ser humano.
Mis años de labor no fueron vanos
si puse lo mejor para el paciente,
si he sido compañero consecuente,
si  nunca a mis maestros he fallado.
Se anuda mi garganta de pasado
y sabe a un agridulce de presente.

Mi carrera termina en el instante
en que aún no ensayé para ser viejo.
Lucha en mí lo que empiezo y lo que dejo,
miro atrás y proyecto hacia adelante.
Del mundillo quirúrgico incesante
me despido. Vestuario. Corredor.
Salgo lento, mirando en derredor,
 y mis padres no están para abrazarme.
“Chau quirófano”, lloro al alejarme

y oigo el último, breve, “Chau, doctor”.

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