domingo, 4 de junio de 2017

El fígaro Ángel


Tu padre te bendijo con su oficio
por darte lo más noble que podía
e hiciste, junto a él, peluquería,
temprano, de tu vida en los inicios.
Ahora, veterano en el servicio,
contáme de las épocas lejanas,
del jopo, de la media americana,
la raya, la romana, la navaja,
si el largo de patilla sube o baja
o el bravo remolino no se aplana.

Vivaces, con metálicos destellos,
seguras de su rápida destreza,
tus manos sobrevuelan mi cabeza
y dejan una alfombra de cabellos.
Sos ángel de los fígaros aquellos
que entienden de tijeras el sonido
y tocan su concierto de chasquidos,
girando en una danza creadora,
que veo en mis imágenes de otrora
y escucho en las nostalgias de mi oído.
  
De pibe, pelo oscuro y apretado,
fui amigo de tu peine y tu tijera.
Después lucí tu corte en mi carrera
y aún te doy mi testa, ya graduado.
Y sé que en un local imaginado,
mirando en los espejos de un mañana,
veré tus manos hábiles y ancianas
cortándome, mi fígaro querido,
mis sienes sin el pelo renegrido
y el piso tapizado con mis canas.

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