Necesita de templanza,
contador, tu profesión,
porque mezcla en la
ecuación
el dinero y la
confianza.
Ya no tengo la bonanza,
de mis épocas de brillo,
pero rasca en mi bolsillo
el voraz recaudador.
Defendéme, contador,
que me deja en
calzoncillo.
De mi vida a todo
el fruto
otra vez le cae el
fisco
y mordisco tras mordisco
va quedando
diminuto.
Ya no existe aquel
canuto
que escondía mi guitarra.
De la AFIP la ruda
garra
estirándose me
alcanza
y poniendo está la
gansa,
este gil garpa la
farra.