Uno de mis primeros recuerdos es el de mis padres haciéndome girar las palmas al ritmo de “qué linda manito que tengo yo / pequeña y bonita que Dios me dió…” Para que ellos me enseñaran una cancioncita tan elemental, seguramente mi edad era cortísima, pero la escena me quedó marcada en la mente, imborrable, absolutamente impregnada con la intensidad de su entusiasmo y su alegría de tenerme.
Otro recuerdo tan remoto como ése, es el de ellos enseñándome a hacer “chau”. Se trataba de alzar la mano abriendo y cerrando los deditos, diciendo chau, chau. Claro, después en la vida uno emplea muchos otros gestos para despedirse, pero el chau primero, básico, tierno, auténtico, para mí siempre será aquél.
Mi mano se parece a la de mi mamá y con ella aprendió las letras, los moños de los cordones.
Aferró miles de pasamanos viajando a la facultad. Aferró amistades.
Y se unió a la mano de Norma, para siempre, siempre.
No cambiaría mi mano por una mejor. La conozco y la quiero con sus arrugas y sus recuerdos. Pero día a día la estoy perdiendo… como si me dijera chau…
Hugo
13/9/2015