Al zarpar, al saludo de tu palma
respondió en su caricia el alba fría.
A tu fib, sólo el mar te abrazaría
en su lecho, mecido en agua calma.
Qué tormenta, qué azote de
tu alma,
enfrentaba tu proa desafiante…
Qué pasiones a bordo del Tunante
desataron la furia de aquel reto…
Qué plegaria, qué grito, qué secreto,
se acalló con tu ahogo,
navegante…