Pagana diversión, carnestolendas,
grotesco de pecado y antifaz,
incita a la lujuria Satanás
a cambio de las almas en ofrenda.
Emergen las comparsas más horrendas
la noche de la obscena bacanal
y monstruos de una cáfila
infernal
que ostentan del engaño la
careta,
celebran con matracas y cornetas
los crímenes del Príncipe del
Mal.
La muerte es un disfraz de
carnaval,
los corsos son cortejos
funerales,
las danzas son los póstumos
rituales,
la máscara es el rictus terminal.
“Oh, Padre nuestro… líbranos del
mal…
perdónanos las deudas de la fiesta...”
La murga con su sátira funesta,
revela que el festín se vuelve
drama
cuando hay que devolver lo que
reclama
un Dios que no regala. Sólo
presta.