Un brindis, uno más, ya madrugada,
al vino le pidió sinceridad
y con el amargor de la verdad
la muerte alzó una copa apresurada.
Le dije –Te fui infiel, mala
jugada,
veamos nuestro vaso medio
lleno.
–Te entiendo, nada humano me es
ajeno
–repuso, manteniendo su sonrisa--.
De pronto dijo –Adiós, hoy tengo prisa.
Y el trago que apuró, fue de veneno.