No tendrán mis manos frías
la tibieza de un milagro.
Todo esfuerzo será magro
en el fondo de los días.
Ya no hay cosas que sean mías,
todo empieza a ser ajeno.
Prioridades que reordeno,
despedidas entrañables,
certidumbres incurables,
el anuncio del veneno.
Desde el cúmulo profuso
de mis cosas irresueltas
volarán estrofas sueltas
de poemas inconclusos.
Y al crepúsculo difuso
de una hora decisiva,
algún Dios, bromeando arriba,
posará sobre mi frente
una mosca irreverente
y gozosa de estar viva.
y gozosa de estar viva.