El parto, que reúne y que combina los llantos de dolor y
de alegría, recuerda de algún modo a esa poesía que a la vez nos deleita y nos
lastima. Pero excede del verso y de la rima la medida del acontecimiento. No
hay poema, ni poeta, ni argumento que alcance con su canto la grandeza, la materna
emoción y la belleza poética esencial de un nacimiento.